domingo, 20 de enero de 2013
Liao Yiwu entrevista a los espectros de la nueva China
Liao Yiwu ha venido a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara
de manera silenciosa, pues ni siquiera aparece en la lista oficial de
escritores invitados. Lo trajo la editorial Sexto Piso, la cual acaba de
publicar su libro de crónicas El paseante de cadáveres, que no puede
leerse sino con fascinación y asombro, porque revela la otra China
oculta, ese mundo aún rural y arcaico donde bullen las tradiciones
escondidas bajo la coraza de cemento armado de la China moderna que se
encamina a ser la primera potencia económica del mundo. Esa China
subterránea donde, como el mismo Yiwu afirma, los pequeños seres que
nadie ve, “se mueven como ratones debajo del piso mientras alguien los
persigue”.
Nacido en Sichuan en 1958, vino al mundo bajo la estrella
catastrófica de El gran salto adelante, la pretendida transformación
industrial iniciada por Mao Zedong, que debería poner a China por
delante como potencia siderúrgica, bajo el eslogan “superemos a Estados
Unidos, atrapemos al Reino Unido”, y que al arrancar a millones de
campesinos del cultivo de la tierra para dedicarlos a la producción de
acero a toda escala, trajo una colosal hambruna que costó incontables
vidas. Y esa misma estrella funesta persiguió a Yiwu en su infancia al
sobrevenir la siguiente catástrofe, la Revolución Cultural, cuando su
padre fue señalado de contrarrevolucionario, un delito cuya calificación
quedaba en manos de los jóvenes radicales de la Guardia Roja, y que se
pagaba con el ostracismo, las humillaciones, y hasta con la muerte. Para
colmo, su madre fue a dar también a la cárcel acusada de comerciar en
el mercado negro.
Se convirtió en un poeta con raíces en la rebeldía, en una sociedad
dominada por la voluntad omnipresente del partido, y no tenía
otro destino que el de entrar en la lista negra cuando aparecieron dos
largos poemas suyos, La ciudad amarilla, e Ídolo, que le valieron la
primera detención y el cateo de su casa. Peor le iría cuando en 1989,
tras la masacre de la plaza de Tiananmen, escribió su poema Masacre, que
como no podía imprimirse, lo grabó de su voz y circuló en casetes
reproducidos de manera espontánea. Fue detenido de nuevo al año
siguiente, y esta vez la osadía le costó una sentencia de cuatro años de
prisión, tiempo durante el que recibió castigos extremos y fue sometido
a tortura.
“Creo que este acontecimiento es además el destino de China, y al ser
el destino de China, se transformó en mi propio destino, sobre todo
después de que me encarcelaran. Esta experiencia en la cárcel fue para
mí una pesadilla. Entonces, cada vez que pienso en un poema o en la
poesía, lo que viene a mi mente es una pesadilla”, ha dicho en
Guadalajara. La pesadilla de Tiananmen.
Fue en la cárcel donde comenzó a entrevistar a otros prisioneros
acerca de su pasado y de sus vidas, punto de partida de esa galería de
personajes singulares que desfilan por las páginas de El paseante de
cadáveres: uno de ellos, Zeng Yinglong, un campesino calvo y bizco,
pobre de solemnidad, se proclamó emperador porque una salamandra había
hablado para anunciar su reinado, y estableció su corte con chambelanes y
concubinas; y en tiempos en que el estado castigaba a las familias que
procreaban más de un hijo, en su imperio, que comprendía un vasto
territorio rural, sus decretos mandaban que todo el mundo tuviera
cuantos niños quisiera. Ahora el emperador purgaba prisión, igual que el
poeta que lo entrevistaba.
Quebrado emocionalmente, cuando abandonó la cárcel se encontró con
que su mujer lo había abandonado, y que sus camaradas de letras se
cuidaban de acercársele, bajo la égida del temor y la cobardía, y
entonces, sin techo y sin trabajo, se ganó la vida como músico
callejero, y al mismo tiempo se dedicó a seguir reuniendo los
testimonios que irían a dar a El paseante de cadáveres. Siguió siendo
perseguido, y fue a dar a los calabozos otras muchas veces, hasta que se
exilió en Alemania, donde este mismo año ha recibido en Frankfurt el
Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, el mismo otorgado también a
Ernesto Cardenal, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.
Las crónicas de El paseante de cadáveres conservan el formato de
entrevistas, en las que el periodista interroga con franqueza, y a veces
dureza, a los personajes que tiene enfrente, y uno las lee poseído por
una sensación de alucinación, como si aquel mundo no pudiera ser real,
precisamente porque es demasiado real: en una de las circunscripciones
montañosas de Sichuan, en pleno Gran Salto Adelante, una familia
campesina mató y se comió a una niña de tres años, la menor de las
hijas, tanta era el hambre, y pronto el canibalismo cundió. Las
autoridades del partido no podían informarlo arriba, porque estaba en
juego su propio prestigio, y sus cabezas.
El oficio prohibido de llevar cadáveres por centenares de leguas,
para que los fallecidos sean enterrados en su lugar natal, el muerto que
vestido con una túnica negra y en su rostro una máscara espectral,
parece andar solo por los caminos nocturnos, mientras el transportador
que lo carga va oculto bajo la túnica. Adivinas, espiritistas,
limpiadores de excusados públicos, músicos de entierros y bodas,
ladrones condenados a muerte, tratantes de mujeres, cortesanas,
saqueadores de tumbas, embalsamadores, niños vagabundos. Todo lo que
subyace bajo un enjambre de rascacielos, las autopistas y las redes de
trenes de alta velocidad.
“Existe una gran diferencia entre los reporteros, los periodistas y
mi trabajo”, dice Yiwu. “Los reporteros se interesan mucho por las
noticias, por los acontecimientos nuevos, y yo en realidad me intereso
más por el pasado, por las cosas y las personas que se encuentran en el
pasado. En especial, por los abandonados de la sociedad, por la China
que yo llamo profunda”
La China que nunca conocerán ni los inversionistas, ni los ejecutivos
de las multinacionales, ni los turistas transportados en autocares. La
China sombría y deslumbrante que traza la mano de LiaoYiwu. Fuente: http://www.elpuercoespin.com.ar/2012/12/13/literatura-y-periodismo-liao-yiwu-entrevista-a-los-espectros-de-la-nueva-china-por-sergio-ramirez/
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